SIMON BOLIVAR
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EL BAUTIZO DE UN MANTUANO, NO ES CUALQUIER
ACTIVIDAD.
Ubíquense por un momento en la época, el tiempo, las
costumbres, las gentes de pueblo, se congregan a las puertas del templo, es
todo un acontecimiento, en torno a él, toda una preparación, la celebración, el
festín, las comidas, la gente bate las palmas, formula augurios, allí está la
familia, los esclavos guardando la distancia, llevando en sus manos los primorosos
cojines donde más tarde se sentaría la familia, el cuerpo del niño se encuentra
envuelto en níveas telas de brocados y pañales traídos de Holanda, cargado por
la alegre y zalamera Negrita Matea, y siempre
cerca con fuerte pisada, quien lo alimenta, la negra Hipólita, con los senos henchidos
de tanta leche, con su propio negrito montado a horcajadas en el cuadril, la ceremonia es
muy grave y solemne, el Presbítero Aristigueta pronunciando la misa en latín: “..yo
te bautizo con el nombre de SIMON JOSE
ANTONIO DE LA SANTISIMA TRINIDAD..”
El acto ha terminado en medio de aplausos, y el cortejo se dirige
a la puerta del templo, precedido por un acolito que agita una campanilla, en ese momento la gente grita: VIVAN LOS
PADRINOS, BENDICIONES A LOS PADRES!!!, LARGA VIDA PARA EL NIÑO DON SIMÓN!!!, y
en ese momento el padrino, Don Feliciano, saca de sus bolsillos, como era la
costumbre, puñados de menudas monedas y
las arroja a la plebe que se lanza a recogerlas, mientras en la iglesia se escucha
el retumbe de las campanas, alegres anunciando el final del acto, se había bautizado
al niño que más tarde, esas mismas campanas, sonarían jubilosas conmemorando el
anuncio de las entradas triunfales del Libertador!!
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