SIMON
BOLIVAR
3
SUS PRIMEROS PASOS..
Transcurrieron esos primeros años, como todas las infancias
de los niños venezolanos, jineteando los bastones, mientras las niñas jugaban a
la gallinita ciega, a veces con permiso de la madre, se iban él y su hermano Juan
Vicente, a la Plaza San Jacinto, donde se reunían con todos los compinches del
barrio, muchachos pertenecientes a diferentes clases sociales, bajo la
vigilancia de la casa paterna, todos provistos de alegres cometas, todos en
alegre combate, armadas las cometas de filosas hojillas se disputaban el
dominio del cielo, parecían enjambres de banderas..
Así lo expresaba en una carta, su prima María Antonia Bolívar,
cuando dice a Carlos Palacios. “ en
paseos de a pie y a caballo, y lo que es peor en juntas con otros muchachos que
no son de su clase”, allí ella expresa que un chico bien nacido, tiene un “peligroso
contacto con otros muchachos que no están a su nivel”, aunque a nosotros nos
parece una formidable oportunidad que tuvo Bolívar en su infancia, donde además de ser feliz, estuvo en contacto con muchachos
de su pueblo, allí aprendió a amar y a conocer a su pueblo, y lo ubicaron fuera
del artificio que significaba su posición social, gracias a esos contactos Bolívar
seria el futuro conocedor de multitudes.
LA MUERTE DEL PADRE.
Tenía 3 años cuando murió su papá, se dice que no lo afectó
tanto porque su madre lo cubrió de amor y solicitud, pero quedó desde muy
temprana edad sin el afecto y la dirección de su padre, esa fue su primera
tragedia.
LA MUERTE DE LA MADRE.
La falta de calor de hogar producida por la muerte de sus dos
padres, el papa a los 3 años y la mama a los 9 años, se han considerado motivos
suficientes para privarlo de esa seguridad y confianza que solo pueden tener
los niños cuando sienten a su lado la
presencia irremplazable de sus progenitores, la niñez de un niño huérfano es
triste, comparada con aquellos que cuentan con la presencia estimuladora del
padre y la paz que transmite la madre. No tuvo calor de hogar, de afecto y dirección
paternal, con la muerte de la madre se derrumba su mundo afectivo, ahora si
siente tristeza y soledad, después se
muere su abuelo materno, y comienza para él una nueva y dura etapa, la de la tristeza
en el alma, y prematuramente se torna pensativo y grave, en ese momento
comienza su formación intelectual, se acabó la despreocupación y alegría, época feliz y risueña, e impera la tristeza y
soledad en su corazón. Parece que esa etapa de niñez dichosa, rodeada de
sólidos afectos y feliz, de allí el saca las
fuerzas para conceder su respeto, fuerza y admiración con facilidad a la
humanidad, como reza en una carta que les escribe desde el Cuzco a su tío
Esteban: “ayer supe que vivía Ud. y que vivía en nuestra querida patria. Cuantos
recuerdos se han aglomerado en un instante sobre mi mente. Y mi madre, mi buena
madre, tan parecida a Ud., resucitó de la tumba, se ofreció a mí en imagen. Mi más
tierna niñez, la confirmación, y mi padrino se reunieron en un punto para
decirme que Ud., era mi segundo padre. Todos mis tíos, todos mis hermanos, mi abuelo, mis juegos infantiles
todo lo que Ud. me daba cuando yo era inocente, todo vino a tropel a excitar
mis primeras emociones, la efusión de una sensibilidad deliciosa, todo lo que
tengo de humano, revivió ayer en mí.”
Una cosa es seguro: el Libertador fue feliz en su infancia,
al menos hasta los 9 años cuando su madre vivía, de esa infancia conservo un
sedimento gratísimo en su alma, rodeada de sólidos afectos, afloro en esa carta, y esa felicidad lo
predispuso en su vida adulta a mostrarse humano como siempre fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario