sábado, 4 de abril de 2020

BOLIVAR Y SUS PRIMEROS PASOS (03)


SIMON BOLIVAR
3
SUS PRIMEROS PASOS..

Transcurrieron esos primeros años, como todas las infancias de los niños venezolanos, jineteando los bastones, mientras las niñas jugaban a la gallinita ciega, a veces con permiso de la madre, se iban él y su hermano Juan Vicente, a la Plaza San Jacinto, donde se reunían con todos los compinches del barrio, muchachos pertenecientes a diferentes clases sociales, bajo la vigilancia de la casa paterna, todos provistos de alegres cometas, todos en alegre combate, armadas las cometas de filosas hojillas se disputaban el dominio del cielo, parecían enjambres de banderas..
Así lo expresaba en una carta, su prima María Antonia Bolívar, cuando dice a Carlos  Palacios. “ en paseos de a pie y a caballo, y lo que es peor en juntas con otros muchachos que no son de su clase”, allí ella expresa que un chico bien nacido, tiene un “peligroso contacto con otros muchachos que no están a su nivel”, aunque a nosotros nos parece una formidable oportunidad que tuvo Bolívar  en su infancia, donde  además de ser feliz, estuvo en contacto con muchachos de su pueblo, allí aprendió a amar y a conocer a su pueblo, y lo ubicaron fuera del artificio que significaba su posición social, gracias a esos contactos Bolívar seria el  futuro conocedor de multitudes.

LA MUERTE DEL PADRE.

Tenía 3 años cuando murió su papá, se dice que no lo afectó tanto porque su madre lo cubrió de amor y solicitud, pero quedó desde muy temprana edad sin el afecto y la dirección de su padre, esa fue su primera tragedia.

LA MUERTE DE LA MADRE.

La falta de calor de hogar producida por la muerte de sus dos padres, el papa a los 3 años y la mama a los 9 años, se han considerado motivos suficientes para privarlo de esa seguridad y confianza que solo pueden tener los niños cuando sienten a  su lado la presencia irremplazable de sus progenitores, la niñez de un niño huérfano es triste, comparada con aquellos que cuentan con la presencia estimuladora del padre y la paz que transmite la madre. No tuvo calor de hogar, de afecto y dirección paternal, con la muerte de la madre se derrumba su mundo afectivo, ahora si siente tristeza y soledad,  después se muere su abuelo materno, y comienza para él una nueva y dura etapa, la de la tristeza en el alma, y prematuramente se torna pensativo y grave, en ese momento comienza su formación intelectual, se acabó la despreocupación y alegría,  época feliz y risueña, e impera la tristeza y soledad en su corazón. Parece que esa etapa de niñez dichosa, rodeada de sólidos afectos y feliz, de allí el saca las  fuerzas para conceder su respeto, fuerza y admiración con facilidad a la humanidad, como reza en una carta que les escribe desde el Cuzco a su tío Esteban: “ayer supe que vivía Ud. y que vivía en nuestra querida patria. Cuantos recuerdos se han aglomerado en un instante sobre mi mente. Y mi madre, mi buena madre, tan parecida a Ud., resucitó de la tumba, se ofreció a mí en imagen. Mi más tierna niñez, la confirmación, y mi padrino se reunieron en un punto para decirme que Ud., era mi segundo padre. Todos mis tíos, todos  mis hermanos, mi abuelo, mis juegos infantiles todo lo que Ud. me daba cuando yo era inocente, todo vino a tropel a excitar mis primeras emociones, la efusión de una sensibilidad deliciosa, todo lo que tengo de humano, revivió ayer en mí.”
Una cosa es seguro: el Libertador fue feliz en su infancia, al menos hasta los 9 años cuando su madre vivía, de esa infancia conservo un sedimento gratísimo en su alma, rodeada de sólidos afectos,  afloro en esa carta, y esa felicidad lo predispuso en su vida adulta a mostrarse humano como siempre fue.

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